Estudios COVID-19
16 abril 2020 | Cochrane Iberoamérica
Mensajes clave
- Los países que han dado una respuesta rápida frente a la COVID-19 implementando medidas integrales de salud pública, han logrado mantener el brote bajo control a la vez que han mantenido la capacidad para prestar una atención clínica de calidad y evitar así la mortalidad secundaria por otras causas.
- Estas medidas de salud pública, que incluyen el confinamiento global de la población, han causado una disrupción social y económica generalizada, por lo que es necesario iniciar una transición progresiva para relajar las restricciones a la vez que se mantiene la pandemia bajo control.
- La transición desde una situación de transmisión generalizada en la comunidad a un estado estable de bajo nivel o sin transmisión, debe estar basada en la evidencia, apoyada en datos y ser implementada gradualmente. La Organización Mundial de la Salud destaca seis criterios para poder alcanzar el objetivo:
- Control de la transmisión de la COVID-19 y número de casos nuevos
- Cambio de orientación en la respuesta del sistema, de la identificación de casos graves a la detección y aislamiento de todos los casos (detección, realización de pruebas, aislamiento, cuarentena)
- Riesgo de brotes en entornos de alta vulnerabilidad
- Medidas preventivas en los puestos de trabajo
- Gestión del riesgo de casos importados
- Compromiso de toda la comunidad
Contexto
Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19, más de 1,7 millones de personas se han contagiado y alrededor de 85.000 han fallecido. La propagación global del virus ha colapsado los sistemas de salud y ha causado una disrupción social y económica generalizada. Las medidas de confinamiento adoptadas, con la consecuente suspensión de las actividades sociales y económicas, han logrado reducir la capacidad de transmisión comunitaria del virus.
Sin embargo, estas medidas generalizadas de distanciamiento físico de la población y de limitación de la movilidad pueden tener un profundo impacto negativo en los individuos, comunidades y la sociedad.
Se resume aquí un documento de la Organización Mundial de la Salud, actualización de uno previo del mes de febrero, que pretende guiar la respuesta de salud pública frente a la COVID-19 a nivel nacional y local, ofreciendo orientaciones prácticas para la acción estratégica adaptadas al contexto local, destacando las orientaciones para los países que se preparan para la transición gradual desde una situación de transmisión generalizada a un estado estable de bajo nivel o sin transmisión. [1]
Información de interés
El documento destaca que los países se encuentran en diferentes etapas en la evolución de la epidemia. Donde ha existido una respuesta precoz con la implementación de medidas integrales de salud pública (tales como la identificación precoz de los casos mediante la realización rápida de pruebas de detección y aislamiento de los casos, con seguimiento exhaustivo y cuarentena de los contactos), la propagación de la COVID-19 se ha situado por debajo del umbral a partir del cual los sistemas de salud no son capaces de prevenir el exceso de mortalidad causada por la enfermedad.
Los países que han podido reducir la transmisión y mantener el brote bajo control, han mantenido su capacidad para prestar una atención clínica de calidad y de minimizar la mortalidad secundaria por otras causas garantizado una prestación continuada y segura de servicios esenciales de salud.
En estos países existe la necesidad urgente de planificar una transición progresiva que permita relajar las restricciones de tal manera que se mantenga la supresión sostenida de la transmisión en un nivel bajo y, a la vez, que permita la reanudación de algunas actividades económicas y sociales, priorizadas tras haber ponderado el beneficio socioeconómico y el riesgo epidemiológico. No obstante, sin una planificación cuidadosa, el levantamiento prematuro de las medidas de distanciamiento físico es probable que conduzca a un resurgimiento incontrolado en la transmisión de la COVID-19 y esto repercuta en una segunda ola amplificada de casos.
En ausencia de una vacuna segura y efectiva, el mejor resultado que cabe esperar a corto y medio plazo en los países con un escenario de transmisión comunitaria es alcanzar un estado sostenido de bajo nivel o sin transmisión de COVID-19. Alcanzar este objetivo dependerá de la capacidad de las autoridades para asegurar que se satisfagan seis criterios clave:
- La transmisión de la COVID-19 se controla a un nivel de casos esporádicos y de casos agrupados, todos ellos a partir de contactos conocidos o importados, y la incidencia de nuevos casos se mantiene en un nivel que el sistema de salud pueda gestionar con una capacidad sustancial de reserva.
- Existen suficientes capacidades y recursos en el sistema de salud para permitir el cambio de orientación principal, principalmente de la detección y tratamiento de los casos graves a la detección y aislamiento de todos los casos, independientemente de su gravedad y origen:
- Detección: los casos sospechosos pueden detectarse rápidamente tras el inicio de los síntomas a través de la búsqueda activa de casos, auto-notificación, cribado en el momento del ingreso u otros enfoques;
- Pruebas de detección: en todos los casos sospechosos pueden realizarse pruebas de detección dentro de las 24 horas de su identificación y muestreo, y debería haber suficiente capacidad para verificar el estado libre de virus de los pacientes que se han recuperado;
- Aislamiento: todos los casos confirmados pueden ser aislados de manera efectiva (en hospitales y/o instalaciones designadas para los casos leves y moderados, o en casa con el suficiente apoyo si la instalación designada no está disponible) e inmediata hasta que ya no sean infecciosos;
- Cuarentena: se pueden rastrear todos los contactos cercanos, ser puestos en cuarentena y monitorizados durante 14 días, ya sea en una instalación especializada o en sus domicilios. Su monitorización y apoyo se pueden realizar a través de una combinación de visitas por parte de voluntarios de la comunidad, llamadas telefónicas o mensajes.
- El riesgo de brotes en entornos de alta vulnerabilidad está minimizado, lo que requiere que todos los controladores principales y/o amplificadores de la transmisión de la COVID-19 han sido identificados, con implementación de medidas apropiadas para minimizar el riesgo de nuevos brotes y de transmisión nosocomial (por ejemplo, una adecuada prevención y control de infecciones, incluyendo el triaje y la provisión de equipamiento de protección personal en los establecimientos de salud y centros residenciales).
- Establecimiento de medidas preventivas en los puestos de trabajo para reducir el riesgo, incluidas las directrices, capacidades y recursos apropiados para promover y facilitar la aplicación de medidas estándar de prevención de la COVID-19 como son el distanciamiento físico, el lavado de manos, la higiene respiratoria y, potencialmente, el control de la temperatura.
- Gestión del riesgo de casos importados a través de un análisis del posible origen y de las rutas de importación, y medidas disponibles para detectar rápidamente y gestionar los casos sospechosos entre viajeros (incluida la capacidad de poner en cuarentena a las personas que llegan de áreas con transmisión comunitaria).
- La comunidad está totalmente comprometida y entiende que la transición implica un cambio importante, desde la detección y tratamiento solo de los casos graves, a la detección y aislamiento de todos los casos, que se deben mantener las medidas basadas en conductas preventivas, y que todos los individuos de la comunidad tienen un papel clave en la habilitación y en algunos casos en la implementación de nuevas medidas de control.
El documento destaca que las decisiones sobre cuándo y dónde llevar a cabo esta transición deben estar basadas en la evidencia, apoyadas por datos e implementadas de forma gradual. Es esencial disponer de datos precisos en tiempo real sobre las pruebas de detección de los casos sospechosos, sobre la naturaleza y situación de aislamiento de todos los casos confirmados, del número de contactos por caso y de la exhaustividad del seguimiento, así como de la capacidad dinámica del sistema de salud para tratar los casos de COVID-19.
Para reducir el riesgo de nuevos brotes, las medidas de restricción deben ser levantadas de forma escalonada y gradual, basándose en una evaluación de los riesgos epidemiológicos y de los beneficios socioeconómicos de levantar tales restricciones en diferentes lugares de trabajo, centros educativos y actividades sociales (como conciertos, eventos religiosos o deportivos). La evaluación del riesgo podría beneficiarse de la realización de pruebas serológicas, cuando se dispone de pruebas confiables, que informen sobre la susceptibilidad de la población frente a la COVID-19.
Idealmente, habría un mínimo de 2 semanas (correspondiente al período de incubación de COVID-19) entre cada fase de la transición, para dar tiempo suficiente para conocer el riesgo de nuevos brotes y responder adecuadamente.
Referencias
[1] WHO Department of Communications Team. Strategic preparedness and response plan for the new coronavirus. April 14th 2020, disponible en https://www.who.int/publications-detail/covid-19-strategy-update-13-april-2020